Etapa uno del proceso productivoEs el mismo gráfico, pero hermoseado por razones puramente obsesivas.

Nota de 2022: estuve mucho tiempo preparando la «segunda parte». Pero me encontré divagando acerca de las matemáticas, del proceso creativo y de pronto todo el ejercicio perdió sentido. Así que solo existe esta «primera parte» que, a pesar de ser una cosa rara y demasiado ñoña, para mí hace mucho sentido.

«De la idea al libro impreso en cuatro etapas» es un título corto para expresar algo que llevo un tiempo dando vueltas en mi cabeza. Y que no lograba conceptualizar, hasta hace pocos días.

Se supone que un escritor conoce su proceso creativo y en teoría puede repetirlo una y otra vez. No porque le nace o porque la musa se lo sopló al oído, sino porque lo entiende. Y me refiero a todo tipo de escritor o escritora, ya sea un planificador obsesivo (ingeniero) o un improvisador contumaz (jardinero).

No soy ingeniero, tampoco soy jardinero.

El autor jardinero usa su intuición, escribe de corrido, hace lo que le nace, lo que le entusiasma, y produce un borrador que luego va a editar por tiempo indefinido hasta que siente que está listo.

El autor ingeniero, en cambio, planifica las etapas de la historia, de los personajes, de el o los escenarios, escribe páginas y páginas con detalles y solo cuando se siente seguro comienza a escribir hasta que termina el borrador que luego va a editar en un plazo acotado.

En ambos casos el autor, con o sin planificación, escribe; probablemente revisa, sigue escribiendo, termina el borrador y lo edita hasta que queda listo para publicar. Sus procesos son claros, definidos incluso en la nebulosa de las actividades sin fecha de inicio ni término.

de la idea al libro impreso en cuatro etapas
Proceso idealizado del escritor productivo: de la idea al libro impreso en cuatro etapas

¿Pero qué pasa con aquellos autores que nos esforzamos por planificar y que acabamos improvisando? ¿O con aquellos que se esmeran en improvisar, pero no avanzan si no planifican un tanto?

Soy una mezcla de ambos.

Desde hace bastante tiempo sé que no puedo planificar el 100 % de lo que escribo. Soy un híbrido entre ingeniero y jardinero. Planifico el argumento, los detalles generales de personajes y escenarios, la base de los conflictos y motivaciones de los personajes; y cuando tengo esa base «blanda» bien definida, solo recién comienzo a escribir, explorando la historia y creando mientras la escribo.

Pero esto trae consigo un efecto negativo, que va en contra de la idea de un escritor que quiere terminar lo que comienza. Al cabo de unos cuantos miles de palabras avanzado en la historia, descubro cosas que no tenía planificadas; que no solo son interesantes, sino que también me obligan a repensar a alguno o varios de los personajes. O los escenarios. O incluso la estructura argumental. Y eso es una pesadilla.

La base «blanda» de la historia se transforma en arena movediza. Me detiene, me envía de regreso al principio de la historia, a reescribir párrafos, a editar mientras reviso. A redescubrir algo, a desechar otra cosa, a reiniciar el proceso una y cien veces. Y eso es frustrante, porque no avanzo. Me quedo atrapado en ese bucle por tiempo indefinido, hasta que la motivación y el entusiasmo de escribir esa historia se diluye. Y se pierde debajo de otra historia completamente distinta, nueva y excitante.

Me propongo en este artículo analizar el problema, desde mi experiencia personal, con la esperanza de encontrar una solución que aún no conozco.

Una idea es un conjunto de ideas
La idea

Primera etapa: la idea.

Todo comienza con la idea que da rienda a la historia y sus personajes. Hay miles de ideas rondando en mi cabeza cada día y no hay suficiente papel para transcribirlas todas. Yo no sigo el consejo del señor King, yo siempre tengo una libreta a mano. ¡Y la uso!

Pero la idea, entendida como un elemento solitario, no tiene ningún valor en sí misma. Reúno un puñado ideas no relacionadas, intento relacionarlas y seguramente tendré una historia. Pero aun así, son solo ideas, escenas, lugares, características de personajes. Son estéticas, no tienen profundidad ni una misión transcendente. Sharknado es una mezcla de ideas, divertida, absurda, una máquina de hacer dinero, pero no tiene ningún trasfondo y tampoco aspira a tenerlo.

Eso es esta primera parte del proceso. Un montón de ideas sin peso, asociadas al protagonista de la historia, maceradas en introspección para que tengan sentido y relevancia; pero solo ideas, sin sustancia. Y cuando escribo los pilares de la historia, esa base «blanda» que luego será mi pesadilla trae consigo esa ausencia de sentido. Y es una de las razones por las que se inicia el loop, en la búsqueda del porqué de la historia.

La idea completa
El gráfico solo representa vagamente la capa superficial de lo que es esta primera etapa previa a escribir una novela.

Sin tema, las ideas no tienen sustento.

Yo enseño que las historias son un Caballo de Troya: por fuera tienen una coraza de entretención, conflictos, aventura, romance, violencia, sexualidad y humanidad; pero en el interior contienen un tema que es en sí mismo aquello de lo que trata la historia; es la razón de ser de todo lo demás, es aquello de lo que quiero hablar y por lo que estas ideas locas aparecen en mi mente. Es mi subconsciente, dejando pistas.

El Tema es la base sólida sobre la cual el resto de las piezas encuentra sustento. El Tema conecta las ideas con el protagonista y sus conflictos con el resto de los personajes. Y se supone que con una fundación robusta el resto de las piezas debería encajar como en un rompecabezas. Pero nuevamente la experiencia me dice que no, que el Tema no es suficiente. Lo uso de manera consciente en cada parte del relato, pero no importa porque en la siguiente etapa comienza nuevamente la pesadilla.

Etapa uno del proceso productivo
Es el mismo gráfico, pero hermoseado por razones puramente obsesivas.

Avatar de Daniel Enrique Guajardo Sánchez

By guajars

Santiago, 1977. Daniel Guajardo (aka) Dan Guajars escribe las historias y su otro yo, el tenebroso, las disfruta. Se lo puede encontrar con el nombre de Daniel Guajardo en Providence, Chile.