Fatherzone

Este es un post personal acerca de mí, mi escritura y mi familia + amigos, y el año en que cumplí 40. Está todo relacionado, así que tiene sentido dejarlo acá.

Descubrí que no tenía (muchos) amigos.

En realidad sí los tenía. Tengo amigos. Es una vuelta larga con final feliz, así que puedes seguir leyendo, el drama es breve. Y lo comparto porque puede ser útil para otrxs que pasan por una crisis de ancianidad similar.

En febrero de este año me pasé un fin de semana completo psicopateando los Facebook de mis compañeros de universidad. La mayoría amigos y conocidos. A partir de una foto que uno de mis amigos publicó con él y varios amigos mutuos en una reunión concertada.

Al principio pensé “qué bien que se junten” con genuina alegría. Luego un ruido, una sospecha. Investigué en profundidad sus Facebook como el idiota que soy, y vi otras fotos, otras reuniones concertadas a lo largo de los años. Revisé mis correos, los msg de redes sociales, cualquier medio para reconocer que sí me habían invitado a uno de esos eventos. Pero no encontré ninguno.

Entonces formulé una hipótesis: “Mis amigos cercanos de la universidad no se acuerdan de mí”. Y me propuse desacreditarla, quería demostrar que estaba equivocado sin victimizarme ni dar lástima.

Nanai.

Entre todas las cosas que hice, saqué de mis contactos en Facebook a todas las personas que conocí en esos años de universidad; era un piño enorme. Tiempo después recibí algunas solicitudes del tipo “personas que podrías conocer”; pero ningún mensaje, ningún llamado de atención.

Me puse bien triste, no lo voy a ocultar. Se supone que soy un hombre adulto, pero estas cosas me llegan. Así que pasó el tiempo y seguí dando vueltas al asunto. Recién en julio llegué a un veredicto y una revelación.

Primero, el veredicto: sí tuve amigos en la universidad, fuimos grandes amigos y estoy agradecido por esa amistad; pero duró lo que tenía que durar. Es ese tipo de amistades por proximidad. Tan pronto me alejé del centro de gravedad que nos mantenía unidos, ya no quedaban razones para seguir juntos. Y de a poco me desvanecí hasta ser una anécdota.

Segundo, la revelación. Tener a todos mis compañeros de la U en Facebook y seguir sus vidas, interesarme por sus posteos de guaguas y vacaciones… No es sinónimo de amistad. “Seguir” a alguien no es lo mismo que ser “amigo” de alguien. Pero yo no me di cuenta de mi cambio de estatus en la relación, que pasé de “amigo” a “seguidor”. Y yo seguía considerándome en modo “amigo”.

Las redes sociales, especialmente Facebook, crean una ilusión de cercanía y contacto. Yo veía a mis amigos, los seguía, y eso mantenía de alguna forma la ilusión de amistad.

Melancholic madness.

A fines de julio ya me había curado de la melancolía permanente y volvía la melancolía intermitente, casi imperceptible, que corresponde a mi estado normal. Acepté mantuve una red de amigos imaginaria. Y que la razón por la que la amistad real se había diluido era tanto responsabilidad mía como de mis entonces amigos, ahora conocidos.

Nota 1: en ningún momento contacté a mis compañeros de la U. Estaba enfadado con ellos y conmigo mismo, y quería ver si de alguna manera mi acto egoísta e inmaduro les llamaba la atención. Y cuando llegué a la conclusión varios meses después, dejó de importarme si me contactaban o no. Si alguna vez nos encontramos en el futuro, no los voy a desconocer, eso sería pendejo; no les tengo rencor, por qué lo iba a tener. Hoy los miro, por si las moscas, y me alegro de que estén bien.

Nota 2: la misión para el resto de mi vida es hacer nuevas amistades y mantenerlas. Hasta hice un Manifiesto de la amistad Guajarda que dedico con afecto a mis amigos y amigas.

  • Somos amigos, aunque no hablamos ni nos vemos en meses*.
  • Somos amigos cómplices en las buenas lides.
  • Somos amigos, ya que en ocasiones me recuerdas, porque sí; me pasa lo mismo contigo.
  • Somos amigos en tanto tú y yo sabemos y sentimos que somos amigos.
  • Somos amigos en las buenas y las malas, me preocupo por ti.
  • Somos amigos porque somos sinceros aun cuando duele, tu opinión me importa.
  • Somos amigos en esta vida y quiero que continuemos siendo amigos en la próxima**.

*incluye el chat.
**por favor no faltes a mi funeral.

Nota 3 (de 2022): de la gran patota que éramos y que dejé de extrañar, recuperé el contacto con dos personas; eso me alegró la década.

Descubrí la fatherzone.

Todos conocemos qué es la friendzone, “una relación entre dos personas, donde una tiende a enamorarse y la otra no”. De ahí viene el “te quiero como amigo”. Estar en la friendzone es vivir en esperanza amarga, lo sufrí al principio de mis veinte y es triste. Súper doloroso.

La fatherzone es un concepto que acuñé a raíz de mi crisis de las amistades infinitas, y que comencé a aplicar en el trabajo. Por muchos años me pregunté por qué mis compañeros de laburo no me invitaban a sus brillos, cumpleaños o carretes. Cualquier evento extra curricular no relacionado con el trabajo mismo. ¿Acaso no somos amigos?

Pasa que estoy en una posición de desventaja. Tengo un puesto de liderazgo, pero al mismo tiempo no soy jefe de nadie y me considero un par entre mis colegas; aunque a la hora de hacer distinciones, resulta que soy un profesional Senior.

El asunto es que (y aplica el concepto de la fatherzone) por muy amigo que sea, no soy material para ser amigo en rigor. Porque soy (o estoy en posición de) un jefe senior experimentado, etcétera. Soy el “profe”, soy el “jefe” o “superior”, hasta “Gurú” me dicen. Y por esa misma razón no estoy considerado en la lista de amigos para salir a tomar una cerveza y/o conversar de la vida.

Fue el descubrimiento Cuek del año, la fatherzone: persona en un estado permanente de «sucedáneo de figura paterna part-time»; alguien a quien se trata con deferencia, ya sea por su autoridad o por respeto.

Al cabo que ni quería.

Nota 4: las veces que invité a mis compañeros de trabajo a un cumpleaños o carrete o evento mío, nunca llegó ninguno… 😔

Hacer comics, hacer películas.

Descarté esto hace años. Mi plan era y sigue siendo enfocar mis esfuerzos creativos y el poco tiempo libre que dispongo, en una sola tarea específica. Escribir / contar historias. Los formatos que más me acomodan son el cuento largo y la novela corta; y descarté el comic y el cine porque no estaba familiarizado con el formato de cada uno.

A principio de año descubrí un curso gratuito de Pixar (en inglés) que incluye un módulo completo acerca del storytelling para cine. Lo hice y fue muy revelador; además coincidió con ese periodo de melancolía del primer semestre, así que surgieron algunas historias bastante poderosas (y tristes). Aunque razones varias me obligaron a poner pausa a esto de escribir cine. Lo fascinante es que esas historias me atormentan, quieren que las escriba; y eso para mí, tal como dice el jefe King, es una buena señal.

También terminando el primer semestre, participé en un taller de comic de Narrativa Gráfica con Felipe Benavides. Allí aprendí los pormenores del guion técnico de comic y comencé a escribir mi propia novela gráfica; basada en esa novela inédita que escribí el verano de 1998. Y al igual que las películas, dejé de escribirlo por razones surtidas; pero me descubro pensando en planos y encuadres y estructuras de página al menos una vez al día. King estaría feliz.

Ahora que los días son más cálidos y luminosos, es más fácil encontrar tiempo para escribir. No me pregunten cómo ni por qué. Si el día dura 24 horas todo el año y las condiciones no han cambiado mucho desde que era pleno invierno.

Colección de cuentos.

Está ahí, en la puerta del horno. Tengo que corregir/re-escribir un cuento específico, y sale. Ya no quedó listo para este año, eso lo tengo claro. Pero en serio, está a punto, está lista la portada desde el año pasado.

Además, escribí un cuento de 11 mil palabras. Concretando una idea que me persigue hace años a partir de otra idea inspiradora de mi amiga Marcela Godoy. Luego de darle muchas vueltas, lo dejé en manos de una profesional de la edición. Estoy esperando a que salga de ese horno.

Una novela.

Comencé a escribirla en noviembre de 2016, usando la técnica del pomodoro. En julio de este año tenía 10 mil palabras, y tomé una semana de vacaciones para terminar de escribirla. Pero no salió como yo quería y tuve que ir a la oficina y hacer encargos… Al final solo pude dedicar dos días y medio a escribir, llegando a las 20 mil palabras. Mi cálculo más conservador me dice que esta historia no va a tener menos de 50 mil palabras.

Tengo una docena más de novelas a medio camino y cuentos largos sin terminar. No quiero cumplir 50 años con todos estos fantasmas de los libros no escritos persiguiéndome. Porque todas las semanas tengo alguna idea nueva, una revelación, o un ataque de ansiedad literaria.

Ya ni siquiera pongo fechas de muerte súbita. Me obligo a escribir cada vez que puedo y cuando termino algo, recién entonces veo qué haré con eso.

Soy un hombre maduro. Soy feliz.

Cerrando este resumen con lo más relevante de mi año de vida número 39 que se acabó. Me queda destacar que nada sería posible sin el apoyo de mi Lucía Gabriela. Su amor es una luz que me guía y me mantiene encaminado. Y nuestras hijas son la razón por la que vivo alegrías enormes todos los días.

En mi círculo familiar todos están sanos y se ven alegres. El mundo podría estar a las puertas de un apocalipsis e igual haríamos un asado para celebrar que nos reunimos, porque sí.

Y a mis amigos y amigas que me leen, ya saben 😉.

Avatar de Daniel Enrique Guajardo Sánchez

By guajars

Santiago, 1977. Daniel Guajardo (aka) Dan Guajars escribe las historias y su otro yo, el tenebroso, las disfruta. Se lo puede encontrar con el nombre de Daniel Guajardo en Providence, Chile.