Escribo para mí o escribo para un mercado

Hay tantas miradas como escritores en torno a este asunto.

Antes de avanzar, detengámonos un minuto en definir la literatura comercial. Este tipo de literatura está disponible en cadenas de librerías y son resultado de los esfuerzos de autores(as) y editores(as), con el aporte de editoriales y distribuidores. La editorial y uno o más editores(as) apostaron a que esta obra obtendría un retorno de la inversión que permita a la editorial subsistir en el mercado.

Las razones por las que las editoriales apuestan o no por ciertas obras, está definido por variables que se alejan demasiado de mi ámbito como escritor. No iré tan lejos como para esbozarlas. Pero cuento con que el sentido común nos da algunas luces acerca de qué es comercial y qué no lo es en el mundo editorial.

Volviendo al tema:

¿A quién escribo cuando escribo (ficción)?

Una respuesta es «escribo para mí»: soy el público para el que escribo, las historias que salen de mi cabeza están dirigidas a personas como yo que disfrutan los mismos temas, tópicos, estructuras, diálogos, personajes, etcétera. En esta respuesta está incluida la idea de que «hay otras personas como yo allá afuera y sé que lo que escribo se conectará con ellas de alguna manera». Es una mirada válida e interesante, en la que el o la autora se ubica en el camino de la historia y del público, con su experiencia personal como filtro y única referencia para tomar decisiones acerca de los personajes y la obra en general.

Otra respuesta es «escribo para una audiencia»: hay un público amplio al que quiero llegar con mis historias y lo que escribo está dirigido a estas personas lectoras con intereses variados que gustan de un tipo particular de literatura. Esta segunda respuesta se inicia con una mirada comercial en la que «es necesario apuntar a públicos generales que buscan/necesitan un tipo lectura de consumo que les entretenga e invite a consumir más de lo mismo». Es también una mirada válida en la que el o la autora pone por delante al consumidor y sus gustos particulares como filtro y referencia para tomar decisiones acerca de los personajes y la obra en general.

Ambas miradas son válidas. Ambas tienen como resultado un libro.

La mirada «escribo para mí» no excluye al mercado, de ninguna manera. Pero es una apuesta con los ojos cerrados a que alguien, en algún lugar, puede interesarse por mi ficción. Y si tú eres de este grupo, lo más probable es que tampoco te interesen las ventas del libro y que si se vende bien y si no, no importa demasiado. Es un hobby y lo disfrutas. Te satisface escribir y tener el libro publicado en tus manos.

La mirada «escribo para una audiencia» no excluye al autor, faltaba más. Pero es la manera más fácil de escribir algo que no te satisface y que no transmite tu voz. Si eres de este grupo, es probable que estés pendiente de los rankings y reportes de estatus de tus libros y que solo disfrutes la escritura en la medida que genera réditos. Es un trabajo y estás consciente y conforme.

El mesotés*.

Ambas miradas son los extremos. Hay un espacio intermedio en el que un autor(a) escribe para sí, pero con la audiencia/público lector en mente.

La mirada «escribo para una audiencia como yo» se construye sobre el enfoque comercial de una obra personal o íntima. Es la historia que quieres contar, tal como la quieres contar, concediendo una mirada comercial/editorial en torno a los elementos que son comunes y deseados de un tipo de obra que busca ser consumida y valorada.

No hay una mirada mejor que otra. En mi caso, inicio todas mis ideas desde la mirada «escribo para mí», y a medida que la idea madura se va acercando hacia la mirada «escribo para una audiencia». Pero nunca llego a ese extremo, me quedo en alguna parte del camino, en el mesotés propio de cada proyecto. Porque algunos son naturalmente más comerciales que otros. Me gusta cocinar gourmet, pero nunca faltan las papas fritas.

*Mesotés: Término medio, armónico o virtuoso entre conductas extremas, desmedidas.

Avatar de Daniel Enrique Guajardo Sánchez

By guajars

Santiago, 1977. Daniel Guajardo (aka) Dan Guajars escribe las historias y su otro yo, el tenebroso, las disfruta. Se lo puede encontrar con el nombre de Daniel Guajardo en Providence, Chile.